El cambio climático, las plagas y las malezas resistentes se han convertido en los principales desafíos de los productores de soya en Sudamérica. Durante el VI Congreso Internacional de la Soya, realizado en Santa Cruz, expertos coincidieron en que la biotecnología, junto a un manejo sostenible, será clave para el futuro de este cultivo.
El impacto del clima y las malezas resistentes
Las sequías prolongadas y el aumento de temperaturas afectan cada vez más a los cultivos, mientras que las malezas e insectos han desarrollado resistencia a los agroquímicos tradicionales. Este fenómeno ha generado un mayor uso de químicos, lo que provoca impactos ambientales y riesgos para la salud humana, según los especialistas.

HB4: tecnología para enfrentar la sequía
La biotecnología HB4, aprobada en Bolivia en noviembre de 2024, es una de las principales innovaciones para el sector. Esta tecnología, que incorpora genes del girasol, permite que la soya tolere la falta de agua y mejore su eficiencia en el uso de recursos hídricos. Martín Mariani, gerente global de Bioceres, explicó que esta modificación también contribuye a reducir el uso de herbicidas y agua en los cultivos.
Retos de productividad en Bolivia
Bolivia registra un promedio de 2,2 toneladas de soya por hectárea, por debajo de los rendimientos de Brasil, que superan las 3,5 toneladas. Expertos como Juan Pablo Rodríguez, de Agripac Boliviana, destacaron que alcanzar mejores resultados requiere un manejo integrado que combine genética avanzada, control eficiente de plagas y técnicas de fertilización más modernas.
Validación de la HB4 en el país
La Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo) anunció que en la campaña de verano 2025-2026 se realizarán los primeros ensayos con semillas HB4 en diferentes zonas del país. Si los resultados son favorables, la producción comercial podría iniciar en la campaña 2026-2027.
Avances y desafíos para el futuro
El congreso, que reunió a más de 700 productores y técnicos, subrayó que la adopción de nuevas tecnologías, el uso responsable de agroquímicos y la capacitación de los agricultores son esenciales para mejorar los rendimientos y garantizar una producción sostenible frente a los efectos del cambio climático.
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