París, 22 de octubre de 2025. El Museo del Louvre volvió a recibir visitantes este miércoles, luego del robo ocurrido el domingo, en el que desaparecieron nueve valiosas joyas vinculadas a la época de Napoleón, una de las cuales fue abandonada por los ladrones.
Robo de alto valor histórico
El desfalco ocurrió en la sala Apolo y las piezas sustraídas, incluyendo una diadema de perlas de la emperatriz Eugenia y un conjunto de collar y pendientes de zafiros de la reina María Amelia, están valoradas en aproximadamente 88 millones de euros. La policía continúa la búsqueda de los cuatro responsables.
Modus operandi de los delincuentes
Los ladrones aprovecharon obras en el museo para estacionar un montacargas bajo un balcón y acceder a la sala mediante una ventana, utilizando una sierra radial. La fiscalía informó que el equipo se obtuvo mediante un “pseudoalquiler para una supuesta mudanza”.
Investigación en curso
Más de un centenar de agentes están dedicados a la investigación. La presidenta directora del Louvre, Laurence des Cars, compareció ante la comisión de cultura del Senado para detallar cómo ocurrió el robo, defendiendo la calidad de las vitrinas instaladas en 2019.
Seguridad del museo
La ministra de Cultura, Rachida Dati, afirmó que no hubo fallos en los sistemas internos del museo, destacando que los dispositivos funcionaron correctamente. Sin embargo, cuestionó la seguridad en la vía pública, que permitió a los delincuentes instalar el montacargas y acceder al edificio.
El 6 de agosto de 1945, a las 08h15, una bomba atómica lanzada por el Ejército de Estados Unidos explotó sobre Hiroshima, Japón, causando la muerte de decenas de miles de personas y dejando cicatrices imborrables que hoy se preservan en el Museo Conmemorativo de la Paz.
La sombra que quedó en piedra
Entre las vitrinas del edificio Principal del museo, una de las piezas más impactantes es la “Sombra humana grabada en piedra”. Según la audioguía, se cree que pertenecía a una persona que esperaba sentado en los escalones del Banco Sumitomo, justo cuando cayó la bomba. El intenso calor tiñó la piedra de blanco, excepto el espacio donde estuvo la víctima, dejando un rastro oscuro que se convirtió en símbolo del sufrimiento humano frente al poder destructivo de la guerra.
Historias que estremecen al visitante
El museo conserva testimonios personales que permiten dimensionar la tragedia. Uno de ellos es el del niño Shinichi Tetsutani, de apenas tres años y once meses, quien murió esa misma noche clamando “agua, agua…” tras sufrir graves quemaduras. Su triciclo, enterrado junto a él por decisión de su padre y donado posteriormente al museo, se exhibe como un recordatorio del dolor de la infancia perdida. Historias similares muestran los rostros y nombres de víctimas que quedaron marcados por el fuego atómico.
Objetos personales como huellas de dolor
Además de fotografías y relatos, el museo resguarda pertenencias de las víctimas, como el vestido de Nobue Terao, una joven de 24 años que, pese a sobrevivir inicialmente, falleció días después debido a las heridas. Sus prendas, conservadas por su padre, conservan manchas de sangre y fragmentos de vidrio que atravesaron su cuerpo. También se muestran uniformes escolares, relojes calcinados y pertenencias de familias enteras, que evidencian la crudeza de aquel episodio histórico.
Un recorrido histórico y reflexivo
Con un ambiente de iluminación tenue, las salas conducen al visitante hacia los días de horror vividos en Hiroshima y Nagasaki. Las exposiciones incluyen maquetas de la ciudad antes y después de la explosión, paneles que explican el desarrollo de la bomba y sus consecuencias científicas, sociales y políticas, además de testimonios audiovisuales de los supervivientes. En el edificio Este, por ejemplo, una proyección en 3D muestra cómo Hiroshima quedó “convertida en tierra quemada”.
Un mensaje universal por la paz
El Museo Conmemorativo de la Paz fue inaugurado en 1955 y forma parte del Parque Conmemorativo de la Paz, ubicado en el centro de Hiroshima. Con más de seis décadas de existencia, se ha consolidado como un espacio de memoria y reflexión que recibe millones de visitantes de Japón y del mundo entero. Su objetivo es claro: transmitir las consecuencias del bombardeo atómico y difundir un mensaje pacifista bajo la consigna “No más Hiroshimas”. A través de exposiciones permanentes, programas educativos y actividades conmemorativas, el museo refuerza la importancia de abolir las armas nucleares y construir un futuro de convivencia pacífica.