Bolivia ha recorrido, durante 200 años, un camino constante en la erradicación del analfabetismo. Aunque aún persisten desafíos —sobre todo en zonas rurales y pueblos indígenas— el país ha demostrado que cuando la educación se adapta a las personas, puede transformar vidas.
Aprender para transformar
La alfabetización no termina con aprender a leer y escribir. Es apenas el inicio de nuevos sueños y metas. Así lo demuestra Angélica Chávez, quien a sus 48 años no solo aprendió a leer y escribir, sino también a vencer sus miedos.
“Antes tenía miedo de hablar, de participar, de que me miren feo. Ahora todo ha cambiado. Me siento feliz”, relata con emoción.
Una historia que representa a muchas
Angélica, madre de tres hijos, nació en Pucarani (La Paz) y vive en El Alto. Forma parte de un grupo de mujeres que, en la adultez, decidieron saldar una deuda histórica: ejercer su derecho a la educación.
Como ella, más de un millón de personas adultas en Bolivia accedieron a la alfabetización en las últimas dos décadas, mediante programas estatales que combaten el analfabetismo estructural, funcional y cultural.
Una transformación en marcha
En 2001, el 13 % de la población mayor de 15 años no sabía leer ni escribir. Desde entonces, más de 1,06 millones de personas fueron alfabetizadas, de las cuales cerca del 70 % son mujeres.
Gracias a estos avances, en 2008 Bolivia fue declarada “Territorio Libre de Analfabetismo” por la UNESCO. Sin embargo, el país no se detuvo allí. A través del Programa Nacional de Post Alfabetización, se impulsa a los nuevos lectores a completar la educación primaria.
En 2024, el índice de analfabetismo bajó al 3,9 %, consolidando a Bolivia como uno de los países con menor tasa en la región. La meta ahora es reducirlo aún más.
El sueño que no caduca
Angélica creció en una familia numerosa y humilde. Su padre, albañil, gastaba su salario en fútbol. Su madre tejía aguayos y ponchos para mantener a sus siete hijos. Ella solo terminó el Primero de Primaria.
A los siete años abandonó la escuela porque su familia no podía costear los materiales que exigía el profesor. Aún recuerda con tristeza que la golpeaban por no llevar lo pedido.
De niña emigró a La Paz y trabajó como niñera y tejedora, hasta formar su familia. “Quería estudiar, pero mis hijos eran pequeños”, cuenta.
Una oportunidad inesperada
La oportunidad llegó caminando junto a su hija por las calles de El Alto, cuando vio un anuncio de clases en los alrededores de radio San Gabriel.
“Mis hijas me animaron. ‘Andá, mami, nunca es tarde para aprender’, me dijeron. Ahora ellas me ayudan con las tareas”, recuerda emocionada.
La historia de Angélica refleja la de miles que dejaron sus estudios. Con el Programa de Post Alfabetización, muchos adultos lograron recuperar una oportunidad que les fue negada en la infancia.
Un programa con rostro de mujer
Desde 2006, el 70 % de las personas alfabetizadas son mujeres. La directora general del Programa Nacional de Post Alfabetización, Maribel Velásquez, informó que 252.175 mujeres y 133.153 hombres accedieron a la alfabetización.
“Gracias a este programa, muchas personas mejoraron su calidad de vida, y eso también impacta en sus hijos. Tenemos exalumnas que hoy son concejalas, dirigentes sindicales, lideresas comunitarias”, explicó Velásquez.
Más que leer y escribir
El programa no solo enseña a leer y escribir, también impulsa a los participantes a completar hasta Sexto de Primaria y fomenta su formación técnico-productiva.
Se ejecuta principalmente en zonas rurales, barrios periféricos y comunidades indígenas, con materiales en siete lenguas originarias, incluyendo quechua, aimara, guaraní, mojeño trinitario y yuracaré.
Velásquez destacó que hay casos como el de una mujer que empezó desde cero y hoy es concejala en Cotoca (Santa Cruz).
Hasta la fecha, 358.634 personas concluyeron hasta Tercero de Primaria, y 270.091 llegaron hasta Sexto Grado.
Maestros que enseñan a soñar
Los pedagogos y facilitadores cumplen un papel fundamental. Rogelia Arenas, maestra con 15 años de experiencia, recuerda con orgullo a sus estudiantes que hoy son bachilleres, abogados y maestras.
“Muchos nunca habían escrito nada. Con adultos mayores empezamos desde la motricidad. Hacemos mándalas, origami, y luego dictados. Educamos para la vida”, cuenta.
Uno de los momentos que más la marcó fue en Mecapaca (La Paz), cuando un alumno le dijo: “Maestra, estoy recibiendo esto como el hambriento recibe un pan”. Una frase que la acompaña hasta hoy.
Alfabetización con identidad
Juan Carlos Cachi Chacón, yatichiri (maestro en aimara), trabaja en comunidades donde enseña a leer y escribir en lengua materna.
Recuerda casos como el de una mujer de más de 80 años que aprendió a leer en secreto, o el de otra, cuyo esposo policía no le permitía estudiar, pero que aun así logró asistir a clases y ahora sueña con terminar la secundaria.
“Son historias que te marcan”, afirma Cachi.
La educación combate la pobreza
La directora del programa afirmó que “analfabetismo y pobreza están íntimamente relacionados. Si luchamos contra el analfabetismo, también ayudamos a reducir la pobreza”.
Angélica lo confirma: “Antes me sentía mal, no sabía ni leer un letrero. Ahora leo lento, pero leo. Me han dado confianza. Quiero seguir estudiando, nunca es tarde”, dice con esperanza.
Para algunos, recibir una libreta puede parecer insignificante. Pero para miles de bolivianos, es el comienzo de una nueva vida.
/ A.T.C /
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